lunes, 15 de noviembre de 2010

TZANTZA


La selva muge con dulce furia
mientras la niebla arrastra la arena del pecado
y se escucha la voz ausente del que duerme sin alma,
lóbregos pájaros con convicción de arcángeles
el lobo mastica fiel su pureza,
la premonición de la oscura muerte que se aleja
cantando el vals de medianoche.
¡Que luna de trigo que aletea
que luz mas hiriente de colmillos de abeja!
el cuchillo se alzó como un ave y reverberó
sobre la yugular poderosa,
la tribu y el latido de tambores que derrama la victoria,
empieza el ritual, ulular de la vieja que gime poseída
por la liebre, la cabeza sumergida en la olla
oxidada de huesos.
He matado;
me siento shamánico, comedor de ancestros, andino.
los hilos de humo dejaron los parpados abiertos
y la boca inhabitable,
sobre el pelo roía la ceniza de la guerra.
¡Que luna de trigo que aletea
que luz mas hiriente de colmillos de abeja!
se abren los ojos del sueño inerme y despierto
degollado, los labios cocidos de gusanos y los ojos devorados,
bravía lanza, me condenó mi vanidad de armadillo.

Poeta:

Hoy vago por un bosque de sombras,
los muertos me señalan con sus dedos podridos, me llaman:
el guerrero que olvido cerrar los parpados del otro.
“El sin Cabeza”
Me abrazó la muerte mientras la diosa dormía;
amarga, mansa como pétalo de fuego.
¿Cómo aceptar este rostro de humedad que poseo?
¿Sin dientes he de morder la corteza de venganza?

Ahora rezo mis plagarías azules;
para redimirme, para volver a la otra orilla del circulo blanco.

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