lunes, 15 de noviembre de 2010

EVANGELIO


Esa brevedad infatigable con la que
usas los conjuros, ese navío que ha de
encallar en cualquier ola extraviada
de tu espalda, esos naufragios de intimidad,
la penumbra y luego el relámpago,
ahogado sigo en la urgencia de buscarte,
y talvez no encontrarte para hacer más
tormentosa la víspera de los eclipses,
y apareces de pronto con ese fatigado andar
que rompe la rutina de mis pretextos
y me lleva a quietud,
a buscar las arpías que ame en el desierto
para separarme de una vez de los milagros.
Sollozare en el mar con mi cabeza de minotauro
acariciada por el labio de tu espada,
y apartando las manos de los ojos estancados 
contemplemos la luz sobre nuestros cuerpos
todavía de arcilla,
al espejismo que ahora nos aborda.   
Este brote de amor que me lastima
esta lastima de haberte lastimado
eres tan antigua que me es difícil clausurarte.
Arrancare la tierra con mis uñas arcaicas,
de tiempos indivisibles y holocaustos
para el evangelio de nombres en espiral
que en la última llamada decidieron disecarse.
Te debo tantos orgasmos y vos 5 erecciones,
Y ni con dios y el diablo de aliados pagare
mi delicada deuda de sudor y semen.
ahora te veo de lejos con mi ojo de cíclope
y muy lentamente me aparto del camino
con un gesto de ahorcado, y un ataúd de cera
sobre el pecho, y con aire banal y de fracaso;
Sonrío.


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