Me engaña este aliento que aletea sudoroso,
Por la única prenda tuya que quedo en mi cama,
la observo; desafiante, con la duda de
que exista algo en su vestigio que
pueda llamarse; tu cuerpo.
una camiseta roja de cuadros
-pero yo pienso que es brassiere-
la desolada prenda que amansa esta
soledad incomunicable.
Entonces, me paro frente al espejo
e imagino la circular forma que dibujarían tus
pechos al estar encerrados en este trapo
que te espera incansable,
o el eco sediento de tu cadera entrelazada
a mis dedos de sierpe que reptan por
los hilos que retumban lo infinito.
Ahora estas lejos, engordando en otros brazos,
tratando de ser cada día menos mía,
despintando tu boca en una boca agria,
mientras ese cigarrillo -humeante, alegre, ultimo-
que se consume al borde de la lámpara,
festeja que has hecho el amor con alguien,
Y luego se derrumba; de ceniza de testigo de culpable.
Como ave de rapiña desgarro ese simbólico
de tu cuerpo en otro cuerpo
y me quedo tendido con el aire sexual de tu distancia.
Y sé que al otro lado del océano, gimes,
te agitas con desesperada lujuria
cuando mi estremecido placer solitario
busca el brassiere en las altas horas de
una desvanecida erección.
Luego te invoco, y te desvisto ante la sombra
de los buitres que te persiguen desde la otra orilla
y eres mía, eres mansa y desolada
y carroñera y también fantasma,
o eres solo ese trapo viejo que te espera incansable
al que le doy vida llamándole por tu nombre,
y borrando su memoria con una lluvia de semen
que resbala en línea recta hacia el montón de
escombros que dejamos de nuestro amor.
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