lunes, 15 de noviembre de 2010

NARCISO ACUDE DICHOSO A SU ENTIERRO


Solo quiero por riqueza la belleza sin rival.
Espronceda


Los ancestros del polen, las arcadas manos del dios
Desnudaron el rostro letal del arcángel sin término.
Que espejo, que lago o fluido como crisol sostiene,
Los negros estandartes de divinidad perdida.
La belleza es mi dios, la efigie de la falsa idolatría
Con ella y en ella termina mi calvario, oh vástago
Escabel corroído donde las facciones condenan su manto
Quien pudiera enterrar la vanidad en ábsides de herrumbre
En templos o castillos donde el onix sobre negro empieza.
El bálsamo del ébano ante mi labio su corteza evoca
El sagrado aroma del incienso, el olor asfixiante de la muerte.
Hermoso ángel postrado ante el ojo humano, oh dicha
En mi rostro veo la alquimia del encanto, el sortilegio de los dones  
Necedad de la vejez por construir su enjambre en los surcos
Primarios, en los comunes miembros, en mis azules ojos devorados.
Se que me buscas Eco. Deja a los gusanos cariar tus dientes.
Yo soy la  quintaesencia, 
La podredumbre de ajenas manos me ha enfermado,
Aborrezco todo tipo de contacto, palidece mi máscara
Flébil sudor que mi frente empaña, fiebre oscurecida y reencarnada
El antifaz de lepra sigue mis huellas en el intacto bosque de espejos. 


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